Las mejores imágenes del descubrimiento de Machu Picchu


Así fue el descubrimiento, en 1911, del Santuario de Machu Picchu, la capital imperial inca




Andes peruanos, mediodía del 24 de julio de 1911. Tres hombres escalan con pies y manos una ladera despeñada y abrupta. A sus pies, el río Urubamba sigue como cualquier otro día su curso apresurado hacia el Amazonas. El corazón de uno de los expedicionarios, Hiram Bingham, de 35 años de edad, profesor ayudante de historia latinoamericana en la Universidad Yale, late a velocidad de vértigo.


Sus ojos escudriñan árboles, piedras y matorrales tratando de localizar el objetivo de su dificultoso ascenso, mientras avanza inquieto y sudoroso por la senda mínima abierta por su guía, un campesino indio establecido al otro lado del río que dice conocer la existencia de las ruinas. «A la sombra del pico Machu Picchu», le ha asegurado una y otra vez. Cuando, después de algún descanso y mucho agotamiento, llegan al lugar, Bingham contempla boquiabierto el paraje que se abre ante él. De la densa maraña de maleza asoma un laberinto de bancales y muros, una ciudad fantasma que lleva cerca de 400 años oculta al mundo exterior. «Aquello me dejó sin aliento […] –escribiría después–. Era como un sueño inverosímil.»

Pero, ¿era realmente inverosímil?

Machu Picchu, el Santuario Histórico de Machu Picchu, se ha convertido en el recinto arqueológico más conocido y visitado de toda América del Sur: una ciudad inca que sobrevuela los Andes desde sus 2.438 metros de altura, un mito hecho piedra inaccesible y victoriosa, cuya notoriedad, prestigio y leyenda no han hecho más que crecer a partir de aquel día de julio de 1911. A mayor gloria de Bingham. Arqueólogo concienzudo, investigador entregado y meticuloso, dedicó su vida a explorar y dar a conocer su espectacular hallazgo. Sabía de sobra que no era él el primero en contemplar la antigua ciudad inca. Los colonos de la zona estaban al tanto desde siempre de la existencia de unas ruinas en lo alto de la quebrada que caía a pico sobre el valle. Uno de ellos, Agustín Lizárraga, alardeaba de haber paseado entre las piedras incas en más de una ocasión, y había dejado su firma sobre la fachada del Templo de las Tres Ventanas. Por su parte, unos 80 años antes el explorador y aventurero alemán Augusto Bern también había constatado su existencia. Pero Bingham era consciente de que ser el primero no era lo verdaderamente importante. Lo relevante, lo decisivo, era mostrar y demostrar el valor de esas piedras, desentrañar su significado, situar esa ciudad en la historia y darla a conocer al mundo entero. Bingham lo hizo.

La tarea inmediata fue desbrozar el terreno y limpiar la zona, devorada por el apetito insaciable de la selva, una labor que realizó con un cuidado exquisito y que llevó tiempo y grandes esfuerzos. También se tomaron notas precisas para elaborar un mapa topográfico de la zona. Trabajo y más trabajo en medio de la conmoción y la conciencia permanente de pisar un lugar único. Por la envergadura de las ruinas y, sobre todo, por su hermosísimo emplazamiento.

GALERÍA DE FOTOS:








Río Urubamba
El puente rematado sobre los rápidos del Urubamba. Se aprecia el montante horcado todavía en su sitio. La gran dificultad de esta construcción radicó en que la madera era tan densa que no flotaba.








Valle de Yucay
En el extremo superior del valle de Yucay se ubican las ruinas de un maravilloso templo o ciudadela inca de nombre Pisac.








Inicio de las labores de excavación en el Templo Principal de Machu Picchu.
 El teniente Sotomayor, a la derecha, supervisa a la brigada de indios.


Cuevas macabras
Ésta es la primera cueva funeraria de las descubiertas en Machu Picchu que contenía un cráneo. En total se abrieron más de 100 cuevas como ésta y se recogió gran cantidad de material esquelético.



Retrato de Alegría,
 Se unió a nosotros en Cusco y nos acompañó durante casi dos meses. La mayoría de los obreros se contentaba con el jornal que ganaba en quince días, y continuamente teníamos que tomarnos la molestia de buscar mano de obra nueva.



Retrato de Enrique Porres,
Uno de los obreros más inteligentes que nos ayudaron en las excavaciones de Machu Picchu. Se aprecia el abultamiento de su mejilla, que delata la presencia de un paquetito de coca, las hojas de la planta de la cual se extrae la cocaína. Casi todos los indios montañeses mascan hoja de coca. El paquetito se prepara con esmero al iniciar la jornada de trabajo, a media mañana, después de comer y a media tarde.



Jerarquía social
En Machu Picchu moraban distintos clanes o grupos familiares. Cada uno de ellos contaba con entre seis y diez viviendas. En la foto, una cantería particularmente ingeniosa. Contiguo a la torre semicircular se alza un muro ornamental levantado con sillares de granito blanco, especialmente escogidos por su hermoso grano.




Estética inca
Muro ornamental levantado con sillares de granito blanco, especialmente escogidos por su hermoso grano. El interior del muro se adornó con una serie de nichos simétricos.



Cuestiones de seguridad
Al parecer, las puertas de las casas carecen de sistemas de bloqueo, pero los portales de los grupos de clanes y el portalón principal de la ciudad, cuyo interior se muestra en esta imagen, estaban provistos de cajetines con cilindros de granito a los que podía atarse firmemente una tranca resistente. El anillo lítico que se aprecia sobre el dintel de piedra en la parte superior de la foto servía para asegurar la barra vertical

En el interior de la ciudadela
La torre semicircular y el interior del muro mirando hacia el Grupo del Rey y la escalera próxima al Grupo de los Huertos Privados



Pequeños detalles
La esquina del Grupo de la Princesa donde el muro ornamental se une con la torre semicircular es uno de los puntos de mayor valor estético de la ciudad y ofrece unas vistas magníficas. La torre albergaba una piedra sagrada, hoy parcialmente destruida por el fuego.

Vista general de la Plaza Sagrada
 El emplazamiento de Machu Picchu donde se concentran los edificios que ostentan una mejor calidad arquitectónica. En el centro se yergue el Templo Principal; a la derecha, el templo de las Tres Ventanas. Sobre ambos templos descuella la colina sagrada, en cuya cima aguarda la piedra Intiwatana, o reloj de sol.

Mobiliario lítico
No es probable que las casas contasen con excesivo mobiliario, pero en algunos casos hay plataformas de piedra que tal vez se usaban a modo de lecho, y en un número reducido de casos existen bancos de piedra en los rincones de la casa, tal y como se aprecia en esta imagen.



Exterior del muro ornamental, el más hermoso de Machu Picchu
Las hileras de sillares van disminuyendo de tamaño conforme se elevan. Se actuó con el máximo celo a la hora de escoger el granito más puro para crear un efecto comparable al de los templos marmóreos del Viejo Mundo.


Plaza Sagrada
Esta vista general de la Plaza Sagrada se tomó al término del trabajo de la temporada, una vez concluidas las excavaciones y renivelado el suelo. En ella se aprecia el esfuerzo invertido para dejarlo todo en las mismas condiciones, cuando no mejores, que al descubrirlo. Es probable que la estructura de la derecha, de un estilo constructivo radicalmente distinto al de las demás, se enluciese en su día, lo que se traduciría en un panorama general de la plaza más simétrico que el actual. En el suelo del edificio en cuestión se encontraron varias tumbas. La estructura de la izquierda, el Templo Principal, es sin asomo de duda una de las mayores proezas arquitectónicas de los incas. En el medio se encuentran las ruinas de lo que hemos denominado el Templo de las Tres Ventanas. Como quiera que las ventanas exceden en dimensiones lo que sería ideal para un clima tan frío, llegamos a la conclusión de que son simbólicas. Creemos que están relacionadas con la tradición sobre el origen de los incas.

El centro de la ciudad concentra los ejemplos de cantería más exquisitos
 A la derecha se aprecia el hermoso muro exterior del grupo caracterizado por contar con los hastiales más inclinados y los dinteles monolíticos de mejor factura. En el centro se ve un trecho de la escalera más larga. En el extremo izquierdo se distingue una parte de la torre semicircular y la ventana de las serpientes




Piezas clave
Las esposas de dos peones frente a la piedra más grande del muro oriental del Templo Principal de la Plaza Sagrada.



Cara B
Cara interior de la misma piedra y nichos ornamentales de la pared oriental del Templo Principal. Con toda seguridad, el hueco de la esquina superior derecha alojaba alguna viga que sustentaba el tejado de este templo, hoy desaparecido.

La piedra Intiwatana, o reloj de sol
En la cima de la colina sagrada hay una piedra de curiosa talla llamada piedra Intiwatana, o reloj de sol. En quechua, la lengua de los incas, inti significa «sol» y huatana, «cuerda». También existen piedras Intiwatana en Cusco, Pisac y Ollantaytambo.


Cerámica procedente de Machu Picchu.

Fuente: Nationalgeographic